El martirio de Policarpo
“Hereje no es el que arde en la hoguera. Hereje es el que la enciende.” – William Shakespeare
Policarpo de Esmirna fue un mártir de la iglesia primitiva (considerado como conocedor en vida de algunos de los apóstoles) que fue ejecutado en el año 155 de la era cristiana, durante el gobierno del emperador pagano, Antonino Pío, por no querer renegar de Cristo ni jurar por la fortuna del César.
Según consta en su “ACTA DE MARTIRIO”, Policarpo no sólo aguantó la tortura de las llamas sin pestañear, viendo cómo su carne se chamuscaba mientras oraba tranquilamente en voz alta, sino que, antes incluso del castigo, se dirigió a su ejecutor (el procónsul) y le espetó: “Vengan a mi los leones y todos los tormentos que vuestro furor invente, me alegrarán las heridas, y los suplicios serán mi gloria, y mediré mis méritos por la intensidad del dolor”. Y al contestarle el procónsul que su castigo sería morir en la hoguera, respondió: “Me amenazas con un fuego que dura una hora, y luego se apaga, y te olvidas del juicio venidero y del fuego eterno, en el que arderán para siempre los impíos. ¿Pero a qué tantas palabras? Ejecuta pronto en mi tu voluntad, y si hallas un nuevo género de suplicio, estrénalo en mi”. Pero el procónsul, que no debía tener mucha imaginación, simplemente lo condenó a ser quemado vivo.
Como última voluntad, Policarpo no quiso ser atado a una columna de hierro, como se solía hacer con otros condenados para que no salieran por patas, sino que, a petición propia, subió a la hoguera él solito y allí permaneció, orando al Señor hasta ser devorado por las llamas.