¿Qué es lo que enseñan estos documentos que no fueron aceptados en el canon de las Escrituras?
Los evangelios gnósticos no fueron escritos por los apóstoles sino por una secta conocida como el gnosticismo muchos años después de los 4 evangelios. Estos eran diferentes a los evangelios de los apóstoles y fueron rechazados por la iglesia de los primeros siglos las cuales nunca las usó. La palabra gnosis significa conocimiento. Estas personas creían que algunos cristianos recibían acceso a misterios o revelaciones especiales que otros cristianos no poseían. Pensaban que el medio de obtener la salvación era adquiriendo este conocimiento. Su tema principal era el interior del hombre, no Dios y que el problema espiritual del hombre era la ignorancia, no el pecado. Decían que Dios encendía una luz dentro del hombre la cual era el conocimiento y que ese conocimiento era la clave para su liberación. En cambio Jesús le declaró a Juan: “Yo soy la luz del mundo” y “todo aquel que no viene a mi anda en tinieblas”. La salvación no se encuentra en nosotros sino en Jesucristo quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Los gnósticos también creían que el cuerpo era malo y en un mundo donde las ideas eran puros, mientras que el cuerpo físico era corrupto y que Dios no tiene contacto alguno con lo material. Ellos también creían que la creación fue hecha por diferentes seres tanto buenos como malos. Los malos crearon el mundo visible y este cuerpo carnal y por eso ellos creían que el cuerpo era malo. Esto también es distinto al verdadero cristianismo porque sabemos que Dios se hizo carne y entrando en nuestro sufrimiento hasta el punto de tomar sobre sus hombros todo en nuestro lugar. Así que ahí vemos que la diferencia es grande (1 Timoteo 3:16).
El gnosticismo rechazaba el cuerpo diciendo era tan malo y lo veía como una prisión para el alma. En cambio el cristianismo insistía en que Dios infunde vida a toda la creación y que hasta el cuerpo humano puede ser un vaso de santidad, un “templo del Espíritu Santo”. Ellos también creían que había dos seres: el Jesús celestial y el sustituto humano Jesús. El sustituto fue un simple humano que solamente representó a Jesús, fue crucificado. El Jesús celestial no sufrió en la cruz porque para ellos el Salvador del cielo era muy puro y trascendente para sufrir en la cruz. Esto pues claro es diferente a la doctrina cristiana porque nosotros sí creemos que Jesús fue uno y el mismo que padeció la muerte (Juan 1:1-18; Romanos 3:21-26). Hay uno solo, un solo Jesucristo, y no hay un Jesús celestial y otro que toma su lugar para sufrir. Solo hay uno que es el Mesías, el Hijo de Dios: encarnado, crucificado y resucitado (Tito 2:11-14).
Los gnósticos también presentaban a Dios como Padre, Madre e Hijo. Este reconocimiento del femenino divino distingue al gnosticismo de las presentaciones de Dios tanto en el judaísmo como el cristianismo. Esto no es diferente a lo que nosotros creemos porque sabemos que Dios es un espíritu y que un espíritu no tiene carne y huesos por lo tanto Dios no es ni hombre, ni mujer. El gnosticismo rechazaba las Escrituras hebrea y presentaba al Dios de los judíos como un espíritu malvado. En cambio el cristianismo sostiene que el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios del Nuevo Testamento. El gnosticismo era elitista; el cristianismo era igualitario y no daba preferencia a nadie porque “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer”.
En fin, el gnosticismo, con su completa ciencia ficción murió bajo su propio peso. Es por eso que los cristianos rechazaron el gnosticismo y estos evangelios secretos porque tenían una teología distinta a la de los libros bíblicos. Se opusieron a los libros gnósticos porque sabían que era herejía. Lo que hicieron los cristianos del segundo y tercer siglo al reconocer los cuatro evangelios del Nuevo Testamento y descartar los demás fue desechar nada menos que la basura del siglo segundo. No ha dejado de ser basura. De hecho, el mismo Canon de Muratorian (AD 150) y los testimonios de Ireneo de León (AD 180) y Orígenes (AD 240) también demuestran que solamente los 27 libros del Nuevo Testamento fueron universalmente reconocidos y aceptados por la iglesia antes del Concilio de Nicea (325).