¿Cremación Vs Entierro?

En países orientales, como Japón y la India, el entierro no es la forma común de disponer de los restos de un cadáver. Por el contrario, la cremación es el rito con el que de forma despiden a sus muertos. Sin embargo desde que la Iglesia Católica y algunos protestantes le dieron luz verde para que sus feligreses la consideraran como una alternativa ha habido un explosivo auge en los crematorios en países occidentales como Puerto Rico (Primera Hora, 24 de agosto de 2005, pp.2-3). ¿Cómo es la cremación? El cuerpo del difunto se introduce en la cámara de cremación. No se usa fuego, sino vapor generado por altas temperaturas, en la mayoría de los casos de 1,500 a 1,800 grados Fahrenheit. La oxigenación acelerada crea una combustión que deshidrata los tejidos hasta desaparecerlos. Lo que queda son partículas de hueso deshidratas completamente. El proceso total tarda alrededor de dos horas y media, pero eso dependerá de la composición ósea del cadáver. Al final, lo que queda son cenizas.

Sus defensores arguyen diciendo que la cremación tiene sus beneficios porque es más rápido, económico y ocupa menos lugar. Dicen que después de todo les serán dados cuerpos nuevos en la resurrección. No se puede forzar a una persona que sea enterrada, pero nuestra pregunta es si es correcto que un cristiano sea cremado (quemado) en vez de enterrado. Empecemos con el origen de la cremación. El hindú y otros paganos lo hacen creyendo que no hay resurrección de muertos. Queman el cadáver porque creen que será reencarnado. También lo hacen porque creen que así no podrá aparecérsele a alguien. Por lo tanto la cremación viene de origen pagano y la Biblia nos prohíbe emparentar (unirnos o imitar), con las costumbres del mundo pagano e idolatra “Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación.” (Levítico 20:23).     

Los patriarcas tuvieron que convivir con aquellos pueblos paganos que practicaban entre otras cosas la cremación de cadáveres, mas sin embargo demostraron un interés diferente que los demás en la conservación respetuosa de los cuerpos de sus difuntos. Abraham (Génesis 25:8-10), Sara (Génesis 23:1-4), Raquel (Génesis 35:19-20), Isaac (Génesis 35:29), Jacob (Génesis 49:33; 50:1-13), Josué (Josué 24:29-30), Eleazar (Josué 24:33), Samuel (1 Samuel 25:1), David (1 Reyes 2:10), Juan el Bautista (Mateo 14:10-12) y Esteban (Hechos 8:2) son claros ejemplos de que el pueblo de Dios siempre enterraba al difunto. José, muerto en el exilio, lejos de su tierra dio mandamiento acerca de sus huesos para ser transportado a la tierra prometida, dando importancia al hecho de esperar las promesas de Dios y es alabado por esa fe en el libro de Hebreos. (Génesis 50:24-26; Éxodo 13:19; Josué 24:32 Hebreos 11:22). Job, a pesar de estar corrompiéndose en vida, creyó que podría ver a Dios en su propia carne aún después de muerto (Job 19:25-27). ¿Y qué diríamos del Señor Jesucristo, el cual había de recibir una sepultura indigna pero fue con los ricos su sepulcro, tratado con esmero y respeto reverente? (Isaías 53:9; Juan 19:38-42). En fin, hasta Dios mismo entierra (Deuteronomio 34:5-6).

A pesar de esto algunos cristianos defienden la cremación diciendo que el ejemplo de Jesucristo y de los patriarcas no es para hacer una doctrina de ello. Si eso es así entonces ¿por qué los judíos y la iglesia primitiva siempre enterraban sus muertos y rechazaban la cremación como una costumbre pagana? Aún hoy día el pueblo judío lo prohíbe. En 1ra Corintios 15:12 dice: “¿cómo dicen algunos…que no hay resurrección de muertos?” Los pensadores gentiles (Hechos 17:32), no creían en la resurrección porque no entendían “cómo” podía ser posible (1ra Corintios 15:35-36). Por eso quemaban los cadáveres porque no creían en la resurrección sino en la reencarnación.  Sin embargo en el versículo 47 nos dice que “el primer hombre, es de la tierra, terrenal” por cuanto es tomado de la tierra, es decir, “polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 2:7; 3:19). Note que la Biblia dice “polvo”, NO ceniza y que en los versículos 35 al 58 se usa el término “se siembra” en preferencia a “se entierra” como una ilustración de que Dios produce un cuerpo según la semilla que fue sembrada, y cada semilla tiene su propia clase de planta como resultado. Los cristianos siempre han enterrado al difunto porque creen que el cuerpo duerme en el sepulcro hasta que Dios lo reúne con el alma en la resurrección. Por lo tanto no somos nosotros sino la Biblia la que hace de la sepultura una práctica cristiana.

Además, el cristiano debe actuar bíblicamente (Romanos 15:4). Jesucristo fue enterrado y el cristiano debe seguir su ejemplo (1 Pedro 2:21). Alguno dirá: Pero ¿y qué hay de aquellos que fueron quemados por servir a Jesucristo? ¿O de aquellos que en un accidente murieron calcinados o hechos cenizas? Sin embargo estas muertes son distintas a la cremación de cadáveres. Un cristiano que muere en un incendio no muere por voluntad propia. Por lo tanto la comparación no es válida. Tampoco estamos diciendo que las personas que por algún motivo han sido quemados no podrán participar de la resurrección de los santos pues a la hora de resucitar, para Dios no hay nada imposible. Por lo tanto, rechazamos esta opinión porque limita el poder de Dios, el cual es poderoso para levantar a todos los creyentes que fueron quemados por los fuegos asesinos de la Inquisición las cuales que oscurecieron durante varios siglos los cielos de Europa.

Otros arguyen diciendo que no hay ningún texto que condene o prohíba la cremación y que por tanto si alguien desea ser cremado ya es “decisión personal” o libre albedrío elegir que hacer con el cuerpo. Primero que nada, Dios lo considera pecado: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos.” (Amos 2:1). Quemar es señal de maldición y de ira divina (Génesis 38:24, Éxodo 32:20; Levítico 10:1-2; 20:14 y 21:09; Deuteronomio 7:25; Números 16:35; 2 Reyes 10:26; Apocalipsis 20:15). Segundo, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19-20). Aun después de muertos, nuestro cuerpo le pertenece a Dios (Romanos 14:8). Aunque no afecte la salvación, el cuerpo del cristiano le pertenece a Dios y no debemos dañarlo en ninguna forma (Levítico  19:28;  21:5;  Deuteronomio 14:1; Filipenses 3:2; Colosenses 2:21-23). Como dijo una vez, Dwight L. Moody: “Hace algunos años llevaban al cementerio a un anciano santo, muy pobre como muchos de los hijos de Dios, pobre en las cosas de este mundo, pero rico en las del otro. Iban rápidamente y con torpeza, tratando de desocuparse lo más pronto posible. Un viejo predicador, que oficiaba el entierro, les dijo: vayan despacio y con respeto, que ustedes están llevando un templo del Espíritu Santo. Cuando ves a un cristiano, ves un templo del Espíritu Santo.” (200 Anecdotas e Ilustraciones por D.L.Moody)

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