¿Ateos y los fantasmas?

 

 “No hay nadie más superticioso que un hombre ateo.” – Harriet Beecher Stowe

           El que haya ateos que creen en fantasmas no debe sorprender a nadie. Como dice G. K. Chesterton, “Cuando los hombres dejan de creer en Dios, enseguida empiezan a creer en cualquier cosa”. De hecho, muchos ateos se jactan de que casi todos los islandeses son ateos, pero a la misma olvidan que más de la mitad de esos islandeses también creen en la existencia de elfos. Es como si pudieran creer en todo lo habido y por haber, menos en Dios.  Después de todo, ser ateo solo significa no creer en Dios o dioses. Pero ¿y qué hay del cristiano?

Como cristianos no tenemos que ver fantasmas o escuchar historias sobre casas embrujadas para saber si hay vida después de la muerte. Creer en la Palabra escrita de Dios es suficiente para nosotros (2 Corintios 5:7). Sin embargo aunque no tenemos que experimentar un evento paranormal o ver un atisbo de esa elusiva luz al final de un túnel nos preocupa la gran cantidad de jóvenes y adultos (incluyendo ateos y agnósticos) que por curiosidad se introducen al mundo del ocultismo por medio de libros, el cine y la televisión las cuales promueven la idea espiritista de que la comunicación con los muertos no es una maldición sino una bendición ya que por este medio los vivos pueden ayudar a los muertos o viceversa. Para los espiritistas no existe el infierno, ni el cielo que describe la Biblia. Algunos ni creen en Dios. Sin embargo, es imposible citar la fecha del origen del espiritismo pues desde tiempos antiguos se practicaba en varias partes del mundo.

En los tiempos actuales la necromancia ha tomado varias formas. Una manera es consultar a los espíritus con las “tablas de espiritista” como la Quija. Algunos de los que han jugado esta tabla de espiritista testifican que a veces trataban de parar de practicarlo pero que les resultaba difícil porque se les había convertido en una adicción. Unos han terminado endemoniados y otros han contado que se les hacía difícil dormir por el miedo de que algo sobrenatural les sucediera pues afirmaban que una vez los dejaron entrar a sus vidas no los podían ahuyentar porque no querían irse. De hecho los que tienen la experiencia de haberla jugado recomiendan que no la jueguen porque no sale nada bueno de esto. Afirman que es un juego vicioso y traumatizante que ha contestado de manera ofensiva y que a veces afirmaba que era el mismo Satanás con quien se estaban comunicando. Por lo tanto, el Quija no es un juego inofensivo sino un pecado que Satanás nos ha traído en estos últimos tiempos para alejarnos de Dios y engañar al hombre de tal manera que no sea salvo (2 Tesalonicenses 1:8-10).

En cuanto a la Biblia, el ocultismo es algo que Dios mismo condena severamente, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento y las clasifica entre las practicas paganas abominables para El (Levítico 19:26,31; 20:22, 23, 26,27; Deuteronomio 18:10-12). Después de todo, ¿es posible comunicarse con los muertos? (Job 7:9,10; 14:12). La Biblia enseña con toda claridad que, en la muerte, no solamente los salvos tienen su lugar especial sino también los perdidos tienen un lugar especial, definido, y que no hay lugar para los espíritus errantes o para una reencarnación para mejorar su condición; como enseñan los espiritistas. (Lucas 16:19-31; 2 Corintios 5:1-8). Según estos versículos, no hay lugar para los espíritus vagabundos. Por consiguiente les resulta imposible dirigir mensajes a los vivos o comunicarse con ellos. Además, si los muertos no pueden traernos mensajes del más allá entonces ¿quiénes son estos espiritus? Si no son espíritus de muertos los que se invocan entonces ¿quienes son los que verdaderamente se comunican con los vivos?

La Biblia los identifica como “espíritus engañadores”, es decir, demonios que se hacen pasar por los difuntos para apartar a los hombres de Dios y tenerlos bajo su propio control (1ra Timoteo 4:1). Son tan expertos en imitar la apariencia y expresión del difunto que tanto los médium y sus clientes quedan convencidos de que están conversando en realidad con sus seres queridos (1 Juan 4:1). Pero lo cierto es que están engañados en cuanto a la identidad  de los espíritus engañadores con quienes se comunican. Aun Satanás se disfraza de ángel de luz. Además, si los hombres pueden registrar en forma permanente los hechos contemporáneos a fin de referirse a ellos en el futuro con su memoria o mediante registros escritos, filmados o grabados en cinta magnética ¿acaso no podrán hacer cosa semejante los seres inteligentes que pueblan la esfera espiritual que nos rodea? ¿No podrán consultar sus propios archivos, cualquiera que sea su sistema, para realizar el trabajo que su jefe les encomienda?

En fin, no existe espíritus blancos, ni negros, ni existe semejante cosa como magia blanca, ni negra. Los demonios son espíritus engañadores que antiguamente hablaban mentiras por medio de los falsos profetas. Continúan esta actividad en la actualidad y Dios les permite engañar a los que no quieren recibir la verdad (2 Tesalonicenses 2:9-12). Entonces, ¿cómo podemos protegernos? Alejándonos de estos terrenos encantados por Satanás y buscando el consejo puro y santo de Dios quien es el Único que tiene la verdad y el consuelo para ser edificados. No es a los muertos sino al Dios vivo que hay que clamar por respuesta y dirección a nuestra vida. Como está escrito, “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. – Isaías 8:19,20

“Creo que el ateísmo es tan pernicioso como la supertición” – Voltaire

-Sherlock-