¿Prueba el caso de Galileo que la religión y la ciencia son incompatibles y que Galileo fue quemado en la hoguera por la Iglesia?

          De hecho, el incidente del gran astrónomo Galileo Galilei (1564-1642) en realidad es un buen ejemplo de la relación real entre la ciencia y la religión. La teoría de Galileo de que la Tierra viaja alrededor del Sol y no al revés (heliocentrismo) no fue algo exclusivo de Galileo. Otros creyentes como Copérnico ya lo habían declarado y la Iglesia no suprimió la idea, ni los persiguió. Además, muchos historiadores han documentado que los primeros en oponerse a Galileo fueron sus propios colegas científicos, no la iglesia Católica. Esto se debe a que la comunidad científica de aquella época creía en la teoría de Aristóteles/Ptolomeo. Galileo retó dicha teoría geocéntrica al promover la idea heliocéntrica del científico cristiano Nicolás Copérnico pero la mayoría de los científicos de ese tiempo se le opusieron (La Nueva Enciclopedia Británica). Sin embargo, la Iglesia estuvo dispuesta a escucharlo, incluyendo el mismo papa Urbano VIII (Maffeo Barberini) quien era un admirador y amigo muy cercano de Galileo.

Pero luego no aceptaron el heliocentrismo porque Galileo no había probado su caso por lo que es injusto juzgar a la iglesia católica (nota: no soy católico) si en ese tiempo no tenían los conocimientos que tenemos ahora. El trabajo polémico de Galileo sobre el sistema solar fue divulgado en 1633. No tenía ninguna prueba de un sistema centrado por el sol (los descubrimientos del telescopio de Galileo no demostraron una tierra móvil) y su sola “prueba” sobre la base de las mareas era inválida. Ignoraba las órbitas elípticas correctas de los planetas publicada veinticinco años antes por Kepler. Debido a que su trabajo terminó poniendo el argumento favorito del Papa en el diálogo en la boca del simplón, el Papa (un viejo amigo de Galileo) estaba muy ofendido. Además, Galileo fue víctima de su propia arrogancia pues no solo llego a insultar al papa y a los demás astrónomos a través de sus cartas por no estar de acuerdo con sus ideas sino que también había presentado su trabajo como si fueran hechos cuando sólo eran hipótesis. Las ideas de Copérnico que él defendía no tenían evidencia alguna y había prometido no exponerlas como tales pero mintió. El rencor personal de Galileo hacia el papa simplemente obligó a los dos a un enfrentamiento en el cual el Papa, que era el más poderoso de los dos, ganó.

¿Pero qué pasó después de esa confrontación desafortunada? Como resultado, el papa Urbano VIII lo mando arrestar. ¿Torturas? ¿Cárceles de la Inquisición? ¿Hogueras? Falso, Galileo nunca fue asesinado por la iglesia como asumen muchos ignorantes atheus. Al contrario, Galileo ni siquiera pasó un solo día en la cárcel, ni sufrió ningún tipo de violencia física. Es más, llamado a Roma para el proceso, se alojó (a cargo de la Santa Sede) en una vivienda de cinco habitaciones con vista a los jardines del Vaticano y con servidor personal. Después de la sentencia fue alojado en la maravillosa Villa Medici en el Pincio. Desde aquí el “condenado” se trasladó, en condición de huésped, al palacio del arzobispo de Siena, uno de los muchos eclesiásticos insignes que lo querían, que lo habían ayudado y animado, y a los que había dedicado sus obras. Finalmente llegó a su elegante villa en Arcetri, cuyo significativo nombre era “Il gioiello” (“La joya”).

Galileo no perdió la estima o la amistad de obispos y científicos, muchas veces religiosos. No se le impidió nunca proseguir con su trabajo y de ello se aprovechó, continuando sus estudios y publicando un libro –Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias– que es su obra maestra científica. Ni tampoco se le había prohibido recibir visitas durante su arresto domiciliario. Como dice el filósofo agnóstico Paul Feyerabend : “La Iglesia de la época de Galileo se atenía más estrictamente a la razón que el propio Galileo, y tomaba en consideración también las consecuencias éticas y sociales de la doctrina galileana. Su sentencia contra Galileo fue razonable y justa, y sólo por motivos de oportunismo político se legitima su revisión — P. Feyerabend, Contra la opresión del método, Frankfurt, 1976, 1983, p. 206.

De hecho, en lugar de erigirse Galileo en defensor de la razón contra el oscurantismo clerical (como quisieran los atheus) pudo escribir con verdad, al final de su vida: “In tutte le opere mie non sarà chi trovar possa pur minima ombra di cosa che declini dalla pietà e dalla riverenza di Santa Chiesa“. (“En todas mis obras no habrá quien pueda encontrar la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia de la Santa Iglesia”). Murió a los setenta y ocho años, en su cama, con la indulgencia plenaria y la bendición del Papa. Era el 8 de enero de 1642, nueve años después de la “condena”. Una de sus hijas, monja, recogió su última palabra. Ésta fue: “¡Jesús!”. Después de todo, fueron los científicos cristianos como Newton, Descartes y Herschel los que luego demostraron que Galileo y Copérnico tenían razón.  Tampoco apareció una historia de la Iglesia suprimiendo la ciencia, sino una historia de la Iglesia convirtiéndose en el principal mecenas de la ciencia.

En fin, historiadores como Dava Sobel, en su biografía titulada “Galileo’s Daughter”, también derriba el mito de la postura de Galileo. Galileo permaneció creyente durante toda su vida y alguna vez dijo “Las leyes de la naturaleza están escritas por la mano de Dios en el lenguaje de las matemáticas…La mente humana es una obra de Dios y una de las más excelentes”. Galileo nunca abandonó su fe, ni fue quemado en la hoguera, ni fue arrestado por criticar la Biblia sino por desobedecer un decreto papal.  Fue la comunidad científica de aquel tiempo la que insinuó que la Biblia enseñaba el geocentrismo cosa que el mismo Galileo no estaba de acuerdo. Usar el caso de Galileo para decir que la iglesia está en contra de la ciencia no es sólo apelar a una falacia de la evidencia anecdótica o accidente, sobretodo cuando Galileo nunca abandonó su fe sino también mostrar ignorancia ya que la religión y la ciencia nunca ha sido históricamente incompatible. Al contrario, fueron los creyentes los que le dieron al mucho la ciencia.

Como afirma el gran científico Werner Heisenberg (conocido sobre todo por formular el principio de incertidumbre, una contribución fundamental al desarrollo de la teoría cuántica. Este principio afirma que es imposible medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Heisenberg fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1932) en su artículo “Verdad científica y religiosa” (1973): “En la historia de la ciencia, desde el famoso juicio de Galileo, se ha sido afirmado en repetidas ocasiones que la verdad científica no puede reconciliarse con la interpretación religiosa del mundo. Aunque ahora estoy convencido de que la verdad científica es inexpugnable en su propio campo, nunca he encontrado que sea posible descartar el contenido del pensamiento religioso como una simple parte de una fase pasada de moda en la conciencia de la humanidad, una parte a la que tengamos que renunciar de ahora en adelante. En consecuencia, en el curso de mi vida en he visto obligado repetidas veces a reflexionar sobre la relación de estas dos regiones del pensamiento, porque nunca he sido capaz de poner en duda la realidad de aquello a lo que apuntan.” (Heisenberg 1974, p. 213).

¿La moraleja de la historia? La verdadera religión y la ciencia honesta son ciertamente compatibles: los religiosos y científicos, sin embargo, a veces no. 

“Las Escrituras nunca podrían mentir, ni errar, sus decretos son absolutas e inevitablemente ciertos.” – Galileo Galilei

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https://www.aciprensa.com/controversias/galileo.htm

https://fidesetratiomx.wordpress.com/2016/09/17/el-mito-de-galileo-vs-la-religion/

http://www.godandscience.org/apologetics/sciencefaith-es.html