¿Maldiciones en todas partes?

Está muy de moda dentro de las iglesias pentecostales y carismáticas enseñar la idea de que hay edificios y ciertas áreas que son malditos. Algunos creen en lo que llaman “Demonio territorial” donde tratan de “limpiar” ciertos lugares de demonios (incluyendo el Santuario). Y esto muchos lo hacen todo el tiempo. Sin embargo cuando los judíos tomaron la tierra de Canaán y construyeron sobre ella no fue requerido ningún exorcismo especial. La Biblia no sugiere ninguna casa maldita como lo hacen algunos cristianos. Cómo vivimos en nuestras casas es lo que realmente importa. Lo que decimos y lo que hacemos en nuestras casas y cómo imitamos a Cristo en nuestros hogares es el mensaje urgente en el Nuevo Testamento. En Efesios 4-6 nos muestra la clase de conducta que Dios desea en nuestros hogares. Cemento y metal, cristales y tablas no cargan demonios. Las actividades de las personas y las palabras son los que pueden “bendecir” o “maldecir” a los miembros de la familia de dicho hogar.

Se cuenta de un pastor que recibió una llamada de una señora de su congregación que con pánico le contaba que detrás de su casa, un área de madera, unos adolescentes estaban practicando rituales de brujería y quizás hasta sacrificios de animales. El pastor le preguntó cuán segura ella estaba. Ella le dijo que leyó un libro cristiano relacionado con lo sucedido. Ella le decía que podía ver el fuego por la noche por medio de los árboles y el murmullo de los adolescentes quienes probablemente estaban haciendo invocaciones al diablo. El pastor fue a su casa. No pudo persuadir a la señora a caminar junto a él hacía el área de madera que había detrás de su casa porque le tenía miedo al “terreno satánico”. El pastor camino solo para inspeccionar el lugar y no encontró ningún hueso de animales, nada de cenizas y ninguna evidencia de cremación de animales. No hubo alguna chamusquina en la tierra. No había pentagramas o graffiti del ocultismo. Entonces vio las marcas del porqué andaban en ese lugar: cigarrillos. El fuego venía de los fósforos quemados que usaban para encender cigarrillos. Nada de demonios después de todo, pero pudo ver como los mitos empiezan cuando la gente imaginaria y paranoica leen los libros equivocados y se convierten obsesionados con los demonios. Luego la mujer admitió que los “fuegos” eran muy pequeños e intermitentes. Vemos lo que queremos ver. Creemos lo que queremos creer. Al pastor le fue difícil convencerla que Satanás no se había mudado a su lugar y que no había clamado el terreno para él, a menos, que ella quisiese creer en demonios de nicotina.

De acuerdo a algunos de estos falsos profetas muchos de los problemas (si no todos) de los cristianos se debe a maldiciones demoníacas que aún no han sido rotas. Ella escribe diciendo que la mayoría de los cristianos ignoran las maldiciones de pobreza, tentación, calamidad  y lucha por las maldiciones que le han puesto (o a su familiares) por herencia, al traspasar un territorio satánico, rompiendo votos con Dios, o por haber olvidado un pecado y haberlo confesado. Reconocemos que mientras estemos entre los pecadores de este mundo caído y en un cuerpo corruptible que no ha sido redimido todavía estamos sujetos a la decadencia y la muerte. Aunque es cierto que los padres pueden pasar los pecaminosos hábitos a sus hijos y que a veces el inocente sufre injustamente la maldad de otros la conversión y la gracia de Dios pueden hacer toda la diferencia. Pedro nos recuerda en 1 Pedro 1:18-19 que ya no estamos atados a las tradiciones o los estilos de vida de nuestros padres sino que hemos sido redimidos y hechos libres por la sangre de Jesucristo. Podemos aprender de sus errores y no repetirlos. Algunos problemas quizás nunca desaparezcan. Romanos 8 nos recuerda que todos estos catástrofes son parte de la vida y que en ninguna manera reducen el amor de Dios por nosotros. En ese mismo capítulo Pablo no habla nada con respecto a maldiciones. Más bien, nos exhorta a confiar en el amor y la soberanía de Dios. Los que tratan de justificar el ministerio de liberación en los cristianos usan pasajes del Antiguo Testamento como por ejemplo Éxodo 20:5 que dice: “porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”Pero ¿quienes son los que Jehová visita “la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación”? Aquellos que lo “aborrecen”.

A los que creen en el ministerio de la liberación les pregunto ¿Aborrece usted a Dios? ¿No dice usted que lo ama? Entonces no puede tener “una visita de maldad” en usted. Esto no tiene nada que ver con los creyentes sino con los que aborrecen a nuestro Señor y Salvador. Por cierto ¿qué tiene que ver este pasaje con los demonios? Iniquidad no significa demonios de acuerdo a los diccionarios bíblicos. Pero eso no termina ahí, sigan leyendo la Biblia y encontrará que el versículo 6 continúa diciendo: “y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.” Si usted ama a Dios y guarda sus mandamientos entonces el versículo 6 aplica para usted. No el versículo 5. La idea de que algún espíritu de nuestros ancestros puede entrar en nuestras vidas queda falso por lo que nos dice en Ezequiel 18:20: “el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo;” Al igual que en Deuteronomio 24:16.   Además, Éxodo 20:6 no es un exorcismo o una expulsión de una plaga de demonios ancestrales sino un apartamiento de pecado hacia Dios. La maldición del Antiguo Testamento se resume de esta forma: “Maldito el varón que no obedeciere las palabras de este pacto” (Jeremías 11:3). En el Nuevo Testamento responde: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque escrito está: Maldito el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13). El que es mayor que Moisés (Cristo) nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. El juicio por el pecado está sobre cualquier generación que aborrece a Jehová (Éxodo 20:5) y la misericordia está sobre cualquier generación que ama a Jehová (Éxodo 20:6). No hay ninguna osmosis demoníaca enseñada en la Escritura. Esta teología de la maldición es en sí misma una maldición para la Iglesia. Reduce el verdadero poder de la Cruz en la salvación y el poder de la gracia y la santificación del Espíritu de Dios.