La Analogía del Jugador de Ajedrez

                  El calvinista asume que tener una libertad de elección (libre albedrio) y la soberanía de Dios son opuestas lo cual es apelar a una falacia de falsa dicotomía (falso dilema) pues ambas son bíblicamente compatibles (Éxodo 36:3; Levítico 22:21,23; Josué 24:15; 1 Reyes 18:21; Jueces 5:2; Números 15:3; Esdras:1:4; 3:5; Oseas 11:4-6; 2 Timoteo 1:7; Gálatas 5:22-23 y 1 Corintios 10:13; Deuteronomio 30:15,19; Proverbios 1:24-25, 28-31, Isaías 1:9,19-20; Mateo 23:37; Juan 3:14-21; 7:17; Hechos 8:37; 2 Pedro 3:9; Romanos 2:4-8, etc). El otro problema es que malinterpretan la palabra soberanía como si significara control total y absoluto de todo lo que ocurre en el universo lo cual es un error ya que eso convertiría a Dios en autor del mal como creen algunos calvinistas como John Pipper, R.C. Sproul y el mismo Juan Calvino. Sin embargo, soberanía no es lo mismo a determinismo o causalidad y su presciencia divina tampoco significa seleccionar o decretar, sino que solo significa tener un conocimiento anticipado sobre nuestras decisiones lo cual no quiere decir que Dios interviene sobre las acciones del hombre y así lo demuestra la historia Patrística también. De hecho, negar el libre albedrio es una vieja herejía que fue refutada por los Padres más antiguos de la iglesia primitiva como Ireneo de Lyon, Orígenes de Alejandría y Juan Crisóstomo hace más de un milenio y anatemizada por varios cánones, sínodos y concilios como el segundo concilio de Orange, el de Arles y por la iglesia ortodoxa con la confesión de Dositeo del Concilio en Jerusalén.
                 Acá una analogía que ilustra esta verdad. Si estuviéramos jugando un juego de ajedrez y pongo como regla que solo yo puedo mover tus piezas y no solamente las mías para asegurar así mi victoria y tu perdida, ¿cómo usted cree que me vería la gente si hiciera tal cosa? Obviamente las demás personas no me verán con buenos ojos y mucho menos justo sino como una cobarde que tiene que hacer trampa por miedo de perder. En cambio, si yo no tengo que controlar las fichas de mi opositor porque sé que con el conocimiento que tengo como quiera le voy a ganar entonces la gente me tendría más respeto y admiración. En otras palabras, el determinismo del calvinista le quita la gloria de Dios y reduce su soberanía mientras que en nuestra postura el Dios omnisciente que todo lo sabe (incluyendo el futuro) no tiene que quitarle el libre albedrio a los hombres para seguir siendo Soberano. Por tanto, el libre albedrio no reduce la soberanía de Dios ni le quita Su gloria. Al contrario, creemos que los calvinistas no toman la soberanía de Dios lo suficientemente en serio ya que ignoran que Dios puede darnos libre albedrio y aun así llevar a cabo Su voluntad. El hermano Jafet RC también presenta esta teología cristiana desde la lógica proposicional, predictiva, coherente con la analogía del jugador del ajedrez y de la siguiente manera deductiva:

1. El jugador de ajedrez (Dios):

• Nunca pierde, ni nunca perderá ninguna partida.

• Conoce todas las movidas de sus oponentes (omnisciencia)

• Planea con anticipación cada movimiento (soberanía)

• Usa los movimientos del oponente a su favor (providencia)

2. El oponente (seres humanos):

• Actúa libremente, sin ser causado o determinado por el jugador de ajedrez (libertad humana).

• Sus movimientos son conocidos de antemano, pero no decretados.

• No puede frustrar el plan perfecto del jugador de ajedrez.

3. El plan del jugador de ajedrez:

• Es perfecto e infalible.

• No requiere controlar las acciones del oponente, solo usarlas.

                  Conclusión, esta ilustración explica que no hay contradicción entre la Omnisciencia de Dios y la Libertad humana. Al contrario, esta libertad no frustra el plan del jugador de ajedrez, sino que es incorporada en él pues, aunque el ajedrecista (Dios) no causa ni ordena todo lo que va a suceder en el juego, sí causa o ejecuta ciertas acciones (sus propios movimientos), pero no los movimientos del oponente (seres humanos). Al contrario, los usa a su favor (Hechos 2:23), sin necesidad de ordenar o controlarlos. Esto se debe en gran medida a que este jugador de ajedrez puede leer la mente de sus oponentes, y no solo lo hace en el presente, sino que este jugador de ajedrez conoce anticipadamente todas las movidas de sus oponentes; conoce con exactitud la forma de jugar de cada uno, e incluso conoce la forma en que actuarían en cada caso hipotético. A este ajedrecista le basta con su omnisciencia (conoce todas las cosas, incluyendo las acciones futuras de los seres humanos) para que su plan no pueda fracasar, y en todo caso, aunque su oponente obre libremente, esto no le basta para poder frustrar a este jugador perfecto e infalible (Génesis 50:20; Hechos 2:23 y 1 Pedro 1:2). Por tanto, su plan no requiere de un decreto causal o un determinismo absoluto sobre todas las acciones, sino que permite que los seres humanos actúen libremente y por ende son responsables de sus propias decisiones. Todo esto demuestra una providencia sin coerción y una soberanía divina que puede coexistir con libertad humana. En fin, esta analogía ilustra cómo Dios puede planificar, lograr su objetivo y guiar los eventos sin necesidad de determinar las acciones del oponente (seres humanos) y sin ser el autor del pecado (Romanos 8:28). En palabras de Ireneo de Lyon, “Dios tiene libre albedrío y el hombre también porque somos hechos a Su imagen. Dios preservó la voluntad del hombre libre.” (Ireneo, Contra los Herejes, Libro 4, Capítulo 37).
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